Caravanas urbanas: familias que viven todo el año en furgonetas dentro de la ciudad

Vivir en una furgoneta: Todo sobre Van Life

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En Valencia, como en muchas otras ciudades europeas, está emergiendo una realidad urbana poco visible pero cada vez más extendida: la vida permanente en furgonetas o caravanas dentro del entorno urbano. Familias, parejas jóvenes, personas solas y trabajadores nómadas han encontrado en la vida sobre ruedas una forma alternativa de habitar la ciudad, ya sea por necesidad, elección o una mezcla de ambas. Este fenómeno, que mezcla la estética del camper lifestyle con la precariedad habitacional, está transformando discretamente calles, descampados y aparcamientos de la ciudad.

¿Quiénes son los nuevos nómadas urbanos?

La mayoría de quienes optan por vivir en furgoneta lo hacen buscando autonomía, reducción de gastos y una vida más sencilla. Algunos provienen del mundo del teletrabajo y buscan libertad geográfica, otros han perdido acceso al alquiler por la subida de precios y han reconvertido su vehículo en un hogar temporal. Hay familias con niños escolarizados, jubilados con pensiones ajustadas y jóvenes que combinan empleos esporádicos con estancias en la costa.

Jordi y Clara, una pareja con una hija de 5 años, viven desde hace tres años en una camper reformada que aparcan cada noche en distintos puntos de la ciudad: “No podríamos pagar un piso ahora mismo. La furgoneta nos da flexibilidad. Nuestra hija va a una escuela pública en Patraix y tratamos de no alejarnos mucho de esa zona”. Como ellos, muchas familias optan por zonas tranquilas de barrios como Nazaret, Vara de Quart, Benimàmet o las inmediaciones del Parque de Cabecera.

Dónde viven y cómo se organizan

A falta de áreas oficiales de pernocta en el núcleo urbano, las personas que viven todo el año en vehículos suelen instalarse en aparcamientos poco transitados, zonas industriales o áreas próximas a huertas. Aunque tratan de mantenerse en movimiento para evitar sanciones, algunos espacios como el entorno del antiguo cauce del Túria o terrenos cercanos a la CV-35 se han convertido en puntos habituales.

Estos campamentos móviles improvisados funcionan con normas internas, sentido de comunidad y discreción. Se comparte agua, electricidad (a veces mediante placas solares), herramientas y recomendaciones. En muchos casos, los vehículos están completamente acondicionados: cama, cocina, calefacción portátil, WC seco, incluso conexión a internet por router móvil. Sin embargo, la vida en la ciudad tiene sus límites: el acceso al agua corriente, las duchas y la recogida de residuos siguen siendo complicados.

La normativa: una zona gris

La legislación española no prohíbe vivir en una furgoneta, pero impone restricciones a la acampada libre, incluso cuando no hay toldos extendidos ni objetos en el exterior. En ciudad, la clave está en la pernocta sin acampada, es decir, dormir dentro del vehículo sin ocupar más espacio del necesario. Aun así, los municipios tienen potestad para regular el estacionamiento y en Valencia, la Policía Local ha incrementado las advertencias y multas en ciertas zonas sensibles, sobre todo si se considera que hay ocupación prolongada del espacio público.

El Ayuntamiento no cuenta por ahora con una normativa específica que contemple este fenómeno emergente. Desde la Federación de Asociaciones Vecinales se ha pedido una regulación clara que distinga entre turismo camper, emergencia habitacional y estilo de vida alternativo. La falta de áreas de autocaravanas seguras dentro de la ciudad y de zonas de servicio agrava el problema, empujando a estas personas a los márgenes.

Entre el estigma y la sostenibilidad

A pesar de que muchos nómadas urbanos llevan una vida discreta, responsable con el entorno y con bajo impacto ambiental, todavía existe un fuerte estigma social. Algunos vecinos los asocian a suciedad, inseguridad o “ocupación irregular”, aunque en muchos casos no hay incidentes ni molestias. La convivencia se vuelve difícil cuando no existen mecanismos de diálogo o zonas habilitadas para este tipo de residencias móviles.

Desde colectivos como Nomadismo Digno o FurgoViva València, formados por personas que viven en vehículos, se reivindica el derecho a habitar la ciudad de forma alternativa, siempre que se respeten las normas de higiene, convivencia y seguridad. También exigen que se incluya esta forma de vida en los planes de vivienda y se permita el empadronamiento en una matrícula o dirección provisional.

¿Una solución o una señal de alarma?

Para algunos, la vida en una furgoneta es un sueño hecho realidad: libertad, menor consumo, movilidad total. Para otros, es la única salida ante los precios del alquiler y la precariedad laboral. En Valencia, donde el coste medio de un piso de alquiler ronda los 900 euros, cada vez más personas se ven expulsadas del mercado formal de vivienda y recurren a soluciones “improvisadas” que acaban siendo estables.

Lo que comenzó como una tendencia ligada al turismo de aventura y las redes sociales se ha transformado en un nuevo modelo habitacional urbano que interpela a las instituciones, los vecinos y el sistema de planificación de ciudades. Si se gestiona con diálogo, regulación justa e infraestructuras adecuadas, podría ser parte de un urbanismo más flexible y humano. Si se ignora, seguirá creciendo en la sombra, con tensiones, sanciones y desigualdad.