El despertar cultural de los barrios obreros: cómo el arte comunitario está transformando Benicalap y Malilla

Cultura als Barris de Valencia 2024 - pataPato

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Durante años, barrios como Benicalap y Malilla fueron considerados zonas periféricas de Valencia, alejadas del centro cultural y con menos recursos destinados a actividades artísticas o iniciativas vecinales. Sin embargo, en la última década, estas zonas obreras están viviendo un auténtico despertar cultural gracias a proyectos de arte comunitario que han surgido desde dentro: promovidos, organizados y mantenidos por los propios vecinos. Talleres de teatro y danza, murales participativos, festivales autogestionados y espacios colaborativos están cambiando la imagen de estos barrios, devolviéndoles identidad, orgullo y cohesión social.

Benicalap: del olvido al color

Benicalap, tradicionalmente vinculado a la clase trabajadora y con importantes zonas industriales, ha visto en el arte una vía para reimaginar su espacio público. Uno de los proyectos clave ha sido “Benicalap Cultura Viva”, una iniciativa que comenzó en 2017 con talleres de pintura mural en el CEIP Cervantes y que hoy se ha convertido en una red de actividades culturales que involucran a escuelas, asociaciones de vecinos, mayores y jóvenes.

El Centro Municipal de Juventud de Benicalap ha sido epicentro de esta transformación, con clases gratuitas de hip hop, poesía urbana, teatro social y diseño gráfico. Gracias a la implicación de asociaciones como Ateneu de Cultura Popular y Associació de Veïns de Benicalap, se han pintado murales colectivos en solares abandonados y se han recuperado espacios para la cultura.

Uno de los festivales que ha dado más visibilidad al barrio es Benicalap al Carrer, donde artistas locales exponen en la calle, hay música en vivo y talleres para niños y adultos. “Aquí no se trata de traer cultura de fuera, sino de generar la nuestra”, afirma María, vecina de toda la vida y voluntaria en los talleres de teatro.

Malilla: resiliencia vecinal convertida en arte

Malilla es otro ejemplo de barrio obrero que ha apostado por el arte como motor social. Separado durante años del resto de la ciudad por infraestructuras como la vía del tren o la Ronda Sur, este barrio ha luchado por más presencia institucional. Ante la falta de equipamientos culturales, los vecinos han creado los suyos.

En 2021 nació el proyecto “Malilla se Pinta”, impulsado por un grupo de madres, educadores y artistas locales que decidieron decorar con murales los muros del CEIP Rafael Mateu Cámara y varios pasos subterráneos cercanos al hospital La Fe. A través de asambleas abiertas, se propusieron temas, se organizaron talleres de diseño, y más de 200 personas participaron en la ejecución de los murales.

El proyecto dio lugar a un colectivo llamado Espai Malilla, que hoy ofrece clases de canto, cerámica, proyecciones de cine vecinal y ferias de arte. Con el apoyo puntual de entidades como Caixa Popular o el Ayuntamiento, han logrado revitalizar el barrio sin perder su carácter combativo y reivindicativo.

Cultura desde abajo: arte como herramienta social

Lo que une a estas experiencias es su carácter comunitario: no se trata de grandes inversiones externas ni de programas impuestos desde despachos, sino de procesos participativos donde los vecinos recuperan el control sobre su entorno y lo dotan de sentido.

En Benicalap y Malilla, el arte no es solo una expresión estética, sino un vehículo de inclusión. Muchos de los talleres tienen como objetivo la integración de población migrante, jóvenes en situación de vulnerabilidad o personas mayores que han vivido el aislamiento tras la pandemia. El teatro social, por ejemplo, se ha convertido en una herramienta para tratar temas como la violencia de género, la salud mental o la identidad cultural.

Además, estas iniciativas promueven un modelo de ciudad más justo y sostenible. La recuperación de espacios públicos para uso cultural ha reducido la degradación urbana, ha generado actividad económica local (artistas, monitores, feriantes) y ha tejido nuevas redes de apoyo mutuo.

¿Qué falta? Retos y horizontes

A pesar de los avances, muchos de estos proyectos se enfrentan a la falta de financiación estable y al riesgo de ser absorbidos por políticas institucionales que no siempre respetan la autonomía vecinal. Algunos colectivos denuncian la “instrumentalización” de sus acciones por parte de campañas políticas que solo buscan rédito electoral.

También es necesario repensar el urbanismo cultural: dotar a estos barrios de más espacios permanentes, bibliotecas abiertas, teatros vecinales y centros cívicos que no dependan exclusivamente del voluntariado.

Otro reto es visibilizar estas iniciativas más allá de su propio entorno. Pese a su impacto, la mayoría de medios sigue centrado en la cultura del centro de la ciudad. Promover rutas culturales periféricas o apoyar proyectos escolares que documenten este patrimonio son pasos necesarios para equilibrar el mapa cultural valenciano.

Conclusión

El arte comunitario ha llegado para quedarse en Benicalap y Malilla. Lo que comenzó como pequeños gestos de color se ha transformado en una ola de creatividad que une generaciones, culturas y reivindicaciones. Estos barrios obreros están demostrando que la cultura no es un lujo, sino un derecho. Y que, cuando se hace desde abajo, puede cambiar no solo fachadas, sino también conciencias.