El Turia oculto: qué hay debajo del jardín más famoso de Valencia

Los retos del Jardín del Túria 35 años después, por María José Catalá

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Pocos visitantes que pasean hoy por el Jardín del Turia sospechan que bajo sus pies discurre una de las infraestructuras hidráulicas más importantes —y olvidadas— de la historia de Valencia. Este extenso parque lineal, de casi 10 kilómetros de longitud, es el resultado de una de las decisiones urbanísticas más determinantes del siglo XX: desviar el río Turia tras la devastadora riada de 1957. Lo que antes fue un cauce fluvial que dividía la ciudad, hoy es un pulmón verde que la une. Pero bajo ese espacio de ocio, cultura y deporte, aún perduran vestigios que nos conectan con siglos de ingeniería, batallas contra las crecidas, túneles desconocidos y restos arquitectónicos que se esconden bajo tierra.

La riada del 14 de octubre de 1957 cambió para siempre la fisonomía de la capital del Turia. Aquella noche, las intensas lluvias en la cuenca alta del río provocaron una crecida descomunal que anegó buena parte del centro histórico de Valencia. El agua alcanzó los dos metros de altura en barrios como el Carmen, el Pilar o el Mercat, y dejó tras de sí más de 80 muertos y miles de damnificados. En respuesta, las autoridades franquistas aprobaron el llamado Plan Sur, que desvió el cauce del río hacia el sur de la ciudad para evitar nuevas catástrofes. Así, el viejo lecho del Turia se secó, y su espacio quedó durante años en un limbo urbano, entre vertedero, campo de fútbol y espacio marginal.

Fue gracias a la presión ciudadana que, décadas después, ese espacio se transformó en el jardín que hoy conocemos. Sin embargo, el subsuelo del viejo cauce aún conserva parte de su alma fluvial. Según varios estudios de geólogos e historiadores, bajo el Jardín del Turia todavía se encuentran canalizaciones subterráneas, restos de antiguos aliviaderos, túneles de mantenimiento y ramales de acequias que datan de época medieval, cuando la huerta valenciana dependía de un complejo y preciso sistema de riego. Algunos de estos elementos siguen conectados con el sistema hidráulico metropolitano, aunque su función original se ha perdido con el tiempo.

Uno de los secretos mejor guardados del Turia es el llamado “colector sur”, una colosal obra de ingeniería civil construida en los años 60 para conducir aguas residuales y de tormenta desde el norte de la ciudad hacia la nueva desembocadura. Este colector, de más de cuatro metros de diámetro, transcurre en paralelo al antiguo cauce en varios tramos, y cuenta con accesos ocultos en puntos estratégicos. Los técnicos municipales que han trabajado en su mantenimiento relatan que en su interior aún se pueden ver inscripciones de obreros de la época, restos de materiales de construcción originales e incluso señales de antiguos desbordamientos. Aunque no está abierto al público, algunos urban explorers han logrado acceder y documentar estos túneles, generando un creciente interés por el “Turia subterráneo”.

Más allá de las infraestructuras del siglo XX, el subsuelo del jardín esconde también restos históricos de siglos anteriores. Bajo algunos tramos del parque, como el que pasa junto al Palau de la Música o la Ciutat de les Arts i les Ciències, se han encontrado vestigios de puentes desaparecidos, bases de molinos hidráulicos y restos cerámicos medievales. La zona cercana al puente de Serranos, por ejemplo, conserva bajo tierra restos de un sistema defensivo que regulaba el paso del agua y que conectaba con las Torres de Serranos, uno de los principales accesos a la ciudad amurallada.

Algunos arqueólogos señalan que el cauce del Turia no solo fue un río, sino también un espacio de vertido y depósito a lo largo de los siglos. Las excavaciones ocasionales que se han hecho para obras de jardinería o mantenimiento han permitido recuperar desde monedas antiguas hasta piezas de cerámica árabe, huesos animales y herramientas agrícolas. Estos elementos ayudan a reconstruir una historia mucho más rica y compleja de lo que muestran los bancos y senderos actuales del parque.

En los últimos años, varios investigadores de la Universitat Politècnica de València y de la Universitat de València han empezado a elaborar un “mapa arqueológico oculto” del antiguo cauce. Utilizando tecnología de escaneado LIDAR, drones y sensores geofísicos, se ha podido documentar la existencia de galerías, cavidades naturales y estructuras no catalogadas bajo zonas como la rosaleda o el tramo del Gulliver. Este mapeo aún está en fase experimental, pero abre la puerta a futuros proyectos de puesta en valor de ese patrimonio enterrado.

Además, no podemos olvidar el papel del Turia subterráneo en el imaginario popular. Durante décadas, han circulado leyendas urbanas sobre túneles secretos que conectan el antiguo cauce con edificios históricos como el Palacio del Marqués de Dos Aguas, la Lonja o incluso con antiguas salidas de emergencia bajo la Catedral. Aunque muchas de estas historias son exageradas, algunas tienen base real: se sabe, por ejemplo, que algunas órdenes religiosas disponían de conductos ocultos para evacuar agua o alimentos desde sus conventos hacia el río, y que en época de guerra civil algunos de estos túneles fueron usados como rutas de escape o almacenamiento clandestino.

Actualmente, hay propuestas para incluir parte del legado oculto del Turia en las rutas turísticas de la ciudad. Algunas agencias especializadas en turismo histórico ya organizan recorridos en superficie que explican lo que hay bajo tierra, combinando documentación histórica con fotografías inéditas de los años 60 y 70. También se han planteado visitas virtuales inmersivas, que permitirían a los visitantes recorrer el colector o explorar restos del sistema hidráulico medieval sin necesidad de excavar o poner en riesgo estructuras frágiles.

Con todo, la relación de Valencia con su río sigue siendo ambivalente. Por un lado, la ciudad presume de haber convertido una catástrofe en oportunidad: donde antes había riesgo de inundaciones, hoy hay deporte, ocio y naturaleza. Por otro, ese mismo proceso ha invisibilizado parte del pasado hidráulico que hizo posible el desarrollo de la ciudad y su huerta durante siglos. Revalorizar lo que hay bajo el Jardín del Turia no significa renunciar a su presente, sino enriquecer su historia y convertirlo en un espacio aún más significativo.

El futuro del Turia podría pasar por una nueva fase: la del conocimiento y la divulgación del subsuelo. Una especie de arqueología urbana aplicada que recupere los vestigios olvidados, los documente y los integre en el relato colectivo. En una época donde cada vez se valora más el turismo cultural y el patrimonio no visible, el Turia oculto podría convertirse en una nueva joya subterránea de Valencia.