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Cuando oímos la palabra “hacker”, muchos piensan en piratas informáticos que roban datos, vulneran sistemas o cometen delitos informáticos. Pero existe una cara completamente opuesta y menos conocida de este perfil profesional: los hackers éticos. También llamados “white hats” (sombreros blancos), estos expertos en ciberseguridad dedican su tiempo y conocimientos a proteger empresas, instituciones públicas y ciudadanos de los ataques digitales. En Valencia, cada vez son más visibles y valorados, aunque continúan siendo, en muchos casos, los héroes anónimos del mundo digital.
La figura del hacker ético ha adquirido un papel crucial en un contexto de creciente digitalización. Cada día, miles de operaciones bancarias, gestiones administrativas, contratos laborales y hasta expedientes médicos pasan por plataformas conectadas a internet. Esto significa que cualquier vulnerabilidad puede poner en riesgo datos personales o paralizar servicios esenciales. Ahí entran en juego estos profesionales, que utilizan sus habilidades para encontrar fallos antes de que lo hagan los delincuentes informáticos.
En Valencia, existe una comunidad activa de hackers éticos que trabaja tanto de forma independiente como integrada en departamentos de empresas tecnológicas, universidades o instituciones públicas. Uno de ellos es Jordi C., un joven de 29 años que descubrió su vocación tras detectar por accidente un fallo en la web de una gran cadena hotelera. “A los 17 años reporté un error que permitía acceder a reservas privadas. Me respondieron agradeciendo mi ayuda y me ofrecieron colaborar con su equipo de seguridad. Desde entonces, no he parado”, cuenta.
Jordi forma parte ahora de una consultora especializada en ciberseguridad con sede en Paterna. Su trabajo consiste en hacer auditorías a sistemas informáticos de ayuntamientos, hospitales y pymes, simulando los ataques que haría un ciberdelincuente, pero con el objetivo de fortalecer las defensas. “Lo que hacemos es un test de penetración. Intentamos ‘colarnos’ legalmente en la red del cliente para ver por dónde podrían entrar los malos. Luego les damos un informe con recomendaciones para blindarse”, explica.
En la Comunitat Valenciana, este tipo de labores ha crecido mucho en los últimos años. Según datos de INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad), en 2024 se gestionaron más de 2.000 incidentes de ciberseguridad en la región, muchos relacionados con ransomware, suplantaciones de identidad (phishing) o vulnerabilidades en páginas web. Frente a esta realidad, se están formando equipos de respuesta rápida en universidades como la Universitat Politècnica de València, que ha creado un grupo de trabajo llamado CSIRT-UPV, orientado a formar y apoyar a estudiantes que desean especializarse en seguridad informática.
Entre sus miembros se encuentra Clara M., una estudiante de máster que compagina las clases con colaboraciones en proyectos reales. “Me interesé por la ciberseguridad después de ver cómo una empresa cercana perdió toda su base de datos por un ciberataque. Sentí que quería evitar que eso le ocurriera a más personas”, comenta. Clara participa en competiciones internacionales de hacking ético conocidas como CTF (Capture the Flag), donde los participantes deben resolver retos de intrusión, criptografía o ingeniería inversa de forma legal y controlada.
Estas competiciones sirven para detectar talento joven, pero también para mostrar la parte creativa de esta profesión. “Un buen hacker ético tiene que ser como un detective: curioso, analítico, constante. Cada reto es distinto y necesitas pensar como lo haría un atacante para anticiparte”, dice Clara.
Los hackers éticos valencianos no solo trabajan para empresas tecnológicas o instituciones educativas. También están colaborando con administraciones públicas. El Ayuntamiento de València, por ejemplo, ha contratado recientemente los servicios de expertos en ciberseguridad para blindar sus sistemas ante el incremento de intentos de acceso no autorizado. Entre las prioridades están proteger los datos personales de los ciudadanos, los sistemas de tráfico y movilidad, o los servidores de emergencias.
Pau L., un veterano de la seguridad informática en Valencia, ha trabajado con entidades públicas y privadas durante más de 15 años. Explica que uno de los principales problemas sigue siendo la falta de cultura de seguridad digital en muchas organizaciones. “Hay empresas que aún usan contraseñas tipo ‘123456’ o no tienen sistemas de doble verificación. Eso hace que cualquier atacante tenga el camino casi libre. Nosotros ayudamos a concienciar, formar y diseñar sistemas más seguros”, detalla.
La concienciación es precisamente uno de los ejes clave en la labor de los hackers éticos. No solo identifican errores técnicos, sino que también promueven buenas prácticas entre los usuarios: no compartir contraseñas, no abrir correos sospechosos, actualizar los dispositivos y sistemas operativos, utilizar conexiones seguras y cifradas, entre otras medidas. “Puedes tener el mejor antivirus del mundo, pero si haces clic en un enlace malicioso, estás perdido”, señala Pau.
Otra área en la que los hackers éticos valencianos están dejando huella es en el sector sanitario. Con la digitalización de historiales médicos, recetas electrónicas y comunicaciones internas entre hospitales, proteger estos datos sensibles es fundamental. En 2023, un equipo de expertos locales ayudó a mitigar un intento de secuestro de datos en un hospital comarcal tras detectar movimientos anómalos en los servidores. Gracias a su rápida intervención, se evitó la pérdida de información de miles de pacientes.
En este escenario, surgen también nuevas oportunidades laborales para quienes se forman en esta especialidad. La ciberseguridad es uno de los sectores con más demanda de empleo en España y la UE. Se estima que hay más de 25.000 vacantes sin cubrir por falta de profesionales cualificados. Por eso, muchos jóvenes en Valencia están optando por estudiar grados o cursos específicos en este campo, atraídos por las buenas condiciones laborales, la posibilidad de teletrabajo y el impacto social que supone proteger a empresas y personas.
Pero no todo son luces. Ser hacker ético también conlleva desafíos. Uno de ellos es la presión constante por estar actualizado. “Las técnicas de ataque evolucionan cada día. Si tú no mejoras, los delincuentes te adelantan. Tienes que estar formándote continuamente, leer informes, hacer pruebas. Es un trabajo exigente”, reconoce Jordi.
Otro reto es el reconocimiento profesional. “Muchas veces la gente no sabe que existimos o nos confunde con piratas informáticos. Hay una necesidad de visibilizar mejor lo que hacemos”, añade Clara. Para ello, cada vez más hackers éticos valencianos están compartiendo su labor en redes sociales, participando en charlas escolares o colaborando con medios de comunicación para divulgar conocimientos sobre seguridad digital.
En definitiva, los hackers éticos de Valencia son parte de una red silenciosa, pero fundamental, que protege nuestra información, nuestras empresas y nuestras instituciones. Son los guardianes invisibles de un mundo cada vez más interconectado. Con su trabajo discreto pero eficaz, están consiguiendo que la ciberseguridad no sea solo un concepto técnico, sino una responsabilidad compartida.