Elecciones generales desde València: ¿qué papel juega la ciudad en el tablero político español?

El resultado de la batalla electoral del 23-J en todas las comunidades  autónomas | Elecciones generales | España | EL PAÍS

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Las elecciones generales en España siempre son un momento de máxima tensión política, pero para València representan algo más profundo: una oportunidad para hacerse oír desde un territorio históricamente marcado por el centralismo, las promesas incumplidas y los intereses periféricos. En cada convocatoria electoral, los partidos nacionales se esfuerzan en seducir al electorado valenciano, pero rara vez colocan sus prioridades en el centro del debate estatal. Mientras tanto, desde los barrios hasta las instituciones, se repite una misma sensación: la Comunitat Valenciana importa poco en el tablero político de Madrid, salvo cuando aporta votos decisivos.

La ciudad de València, capital autonómica y tercera urbe más poblada del Estado, ha tenido en las últimas décadas un papel oscilante en las dinámicas electorales nacionales. Ni tan determinante como Madrid, ni tan simbólica como Barcelona, su influencia se mide más por el número de escaños que por el ruido mediático. Sin embargo, los resultados que se dan en la circunscripción de València son clave para entender los equilibrios parlamentarios y las alianzas de gobierno. Un solo escaño en esta provincia puede inclinar la balanza hacia una mayoría absoluta o una repetición electoral.

En las últimas elecciones generales, celebradas en julio de 2023, València volvió a ser un reflejo complejo de las tensiones políticas del país. El PSOE mantuvo una posición sólida, aunque perdió fuelle respecto a 2019. El PP recuperó terreno y logró convertirse en la fuerza más votada en la ciudad, alimentado por la caída de Ciudadanos y el crecimiento de Vox. Por su parte, Compromís —la coalición valencianista de izquierdas— mantuvo un escaño clave gracias a su alianza con Sumar, aunque con menor protagonismo que en años anteriores. Los resultados no solo reconfiguraron el mapa valenciano, sino que también influyeron en los pactos de investidura a nivel nacional.

Pero más allá de los datos y las siglas, las elecciones generales también evidencian los problemas estructurales que enfrenta la ciudadanía valenciana. Infrafinanciación, déficit en inversiones, precariedad laboral, emergencia climática, vivienda inaccesible, listas de espera en sanidad, privatización de servicios, pérdida de peso agrícola e industrial… Estas son algunas de las cuestiones que afectan directamente al día a día de las personas en València y que, sin embargo, rara vez ocupan un lugar central en los debates electorales televisados.

Uno de los temas que más ha marcado la agenda valenciana en los últimos años es el de la infrafinanciación autonómica. Según múltiples informes del Ministerio de Hacienda, la Comunitat Valenciana es la peor financiada por habitante del Estado, recibiendo menos recursos que la media nacional. Esta situación lastra la calidad de los servicios públicos, limita la capacidad de inversión en infraestructuras y condiciona las políticas sociales. A pesar de ser un clamor transversal, ningún gobierno central —sea del color que sea— ha abordado con valentía una reforma del sistema de financiación autonómica. En campaña, se promete; después, se olvida.

Otro aspecto clave es la vertebración territorial y el transporte. Mientras Madrid goza de inversiones multimillonarias en infraestructuras de alta velocidad, cercanías y metro, València lucha contra un sistema ferroviario deficitario, especialmente en las comarcas del interior. Las cercanías acumulan retrasos, cancelaciones y falta de mantenimiento. La ciudadanía lo sufre a diario, pero la inversión no llega. El anunciado Corredor Mediterráneo, una infraestructura estratégica para la economía valenciana y española, avanza con una lentitud desesperante. Las elecciones son, en teoría, el momento ideal para exigir compromisos concretos, pero lo cierto es que las prioridades del levante español siguen sin imponerse en la agenda central.

En el ámbito medioambiental, València también plantea reivindicaciones específicas. La crisis del agua en el sur de la Comunitat, especialmente en la Vega Baja y l’Albufera, ha encendido todas las alarmas. El trasvase Tajo-Segura, las restricciones europeas y la presión urbanística amenazan el equilibrio hídrico y ecológico. Desde sectores ecologistas, agricultores y regantes se reclama una planificación responsable y sostenible, pero las respuestas desde Madrid son ambiguas y muchas veces electoralistas. La emergencia climática exige políticas valientes, pero en campaña predominan los discursos vacíos.

La cuestión valenciana, entendida como una demanda de mayor autogobierno, visibilidad cultural y justicia territorial, también aparece en cada ciclo electoral, aunque con intensidad variable. El valencianismo político ha tenido en Compromís su principal estandarte, pero su capacidad de influencia a nivel estatal ha estado siempre condicionada por la aritmética parlamentaria. En contextos de fragmentación, como el actual, incluso un solo escaño puede ser decisivo. Y eso abre un espacio para que las formaciones valencianas pongan condiciones y visibilicen sus propuestas, aunque con un margen limitado frente a los grandes bloques nacionales.

En València ciudad, además, las elecciones generales conviven con una creciente politización de lo local. Temas como la turistificación, la gentrificación, el acceso a la vivienda, la gestión del espacio público o la movilidad sostenible se han convertido en ejes centrales del voto, especialmente entre el electorado joven y progresista. Así, mientras los partidos nacionales hablan de macroeconomía y seguridad, muchos votantes valoran la capacidad de las candidaturas para responder a problemáticas concretas del entorno urbano. Esa tensión entre lo local y lo estatal redefine el significado del voto.

Las redes sociales han tenido un papel determinante en esta politización. Plataformas como Twitter, TikTok o Instagram han permitido que colectivos vecinales, activistas climáticos, feministas y movimientos por la vivienda expongan sus reivindicaciones directamente, sin intermediarios. En València, páginas como València Crítica, Col·lectiu Lambda o València no es ven (movimiento contra la turistificación) han logrado generar opinión pública y presionar a los partidos para que se pronuncien sobre temas hasta ahora ignorados.

Los medios de comunicación locales también han contribuido a esta ebullición política desde abajo. Diarios digitales, radios comunitarias y podcasts independientes han dado voz a colectivos que no suelen tener cabida en las cadenas estatales. Todo ello ha favorecido una ciudadanía más informada, crítica y exigente, capaz de distinguir entre retórica electoral y compromisos reales.

Sin embargo, también hay síntomas de fatiga democrática. La repetición de elecciones, el descrédito institucional, los escándalos de corrupción y la polarización han provocado un aumento de la abstención, especialmente entre los jóvenes. En muchos barrios de València, la participación electoral ha caído de forma preocupante, y los discursos antipolítica ganan terreno. Frente a esta desafección, iniciativas como los debates ciudadanos, las asambleas abiertas o las candidaturas municipalistas tratan de reconstruir puentes entre política y sociedad.

València, en resumen, es un laboratorio político que expresa muchas de las tensiones actuales del Estado español: descentralización versus centralismo, pluralismo versus bipartidismo, política de élite versus participación ciudadana. Las elecciones generales son el espejo de esos conflictos, pero también una oportunidad para visibilizar demandas históricas y construir nuevos consensos.

¿Tendrá algún día València el peso que merece en las decisiones del Estado? ¿Logrará el electorado valenciano imponer una agenda propia en Madrid? ¿O seguirá siendo un actor secundario, útil solo cuando se reparten escaños decisivos? Las respuestas no son sencillas, pero están en juego cada vez que se abre una urna.

Porque en democracia, votar es más que elegir nombres. Es decidir qué ciudad, qué territorio y qué futuro queremos construir. Y València, con voz propia, tiene mucho que decir.